viernes, 24 de febrero de 2012

Yo no creo en el amor.

"Yo no creo en el amor." Esas fueron las palabras con las que contesté a la pregunta que me hizo Érika.
Estábamos todas sentadas en el parque. A Marta siempre le gustaba estar sentada en el césped y por su culpa nosotras nos debíamos de sentar en el. 
María estaba contándonos su experiencia de la noche anterior con su novio. Yo como siempre estaba tumbada sin prestar mucha atención. Entonces fue cuando Érika pregunto:
-¿Y tú Irene, cuando encontraras a alguien? ¿Cuando te vas a enamorar?
Conteste la frase del principio. "Jamás me he enamorado, jamás me he sentido atraída por nadie. Y seguramente nunca me enamoraré, yo no sirvo para eso. Soy todo lo contrario a esas chicas que tienen miles de admiradores. Ellas son de minifaldas y yo de vaqueros. Ellas son de camisetas estrechas y con grandes escotes y yo de camisas anchas. Todo lo contrario.
Y siendo así nadie se fijará en mi, lo tengo aceptado."
Eso pensaba hasta que Samuel apareció en mi vida.
Era una fría mañana de niebla. Iba con la moto a toda prisa porque llegaba tarde a clase.
Él cruzaba la calle, con la niebla no lo vi, y cuando lo hice frené muy bruscamente. Del frenazo que  caí al suelo y Samuel muy asustado corrió a mi lado y me levanto la cabeza.
Lo primero que vi cuando abrí los ojos fueron sus bonitas pecas en la cara y sus grandes ojos verdes.
Me acompaño hasta la puerta de clase, y en el recreo me buscó para ver si estaba bien. Estuvimos hablando durante todo el recreo.
Me empezó a parecer simpático, muy simpático y guapo, sobre todo guapo pero no quería enamorarme, no quería estar pegada a alguien las 24 horas del día, no quería que después me rompieran el corazón.
Pero no lo conseguí, poco a poco me fui enamorando de él.
A la salida del instituto Samuel estaba enfrente de la puerta, pase de largo, no le preste mucha atención. Al poco mi móvil sonó. Era un numero que no tenia, descolgué y oí la misma voz que oí después de mi caída: "Hola pequeña patosa, te espero a las cinco y media enfrente de la heladería. No acepto un no por respuesta." y colgó. Me quedé boquiabierta, había quedado con él, no había tenido la oportunidad de inventarme cualquier escusa.
Cuando llego la hora de arreglarme estaba muy nerviosa, no sabia que ponerme, quería darle buena impresión y a la vez no quería aparentar alguien que en realidad no soy. 
Al final me decidí por unos vaqueros cortos y una de las camisas nuevas.
Cuando llegue él me estaba esperando dentro, salio disparado hacia la puerta cuando me vio. Me invito a sentarme a su lado, al principio todo fue muy extraño, estábamos callados, no hablamos nada hasta que el camarero trajo dos grandes helados de mora.
Me quede perpleja, ¿como sabia que me gustaba el helado de mora?
Cuando acabamos de tomarnos el helado me acompaño hasta casa y me despedí dándole un beso en la mejilla, subí a mi habitación y estaba muy contenta, con una sonrisa que llenaba toda mi cara, no podía creerlo, que yo, la chica de las camisas y vaqueros actuara así, como una niña pequeña que se ilusiona por cualquier cosa.
Cada día que veía a Samuel mas me enamoraba. Dejé de quedar con mis amigas para estar mas tiempo con él, me estaba convirtiendo en algo que yo siempre había odiado, pero no me daba cuenta o mejor dicho no quería verlo.
Cuando comenzamos a salir enserio todo cambio. Samuel estaba irreconocible, el chico amable, gracioso, agradable que yo había conocido se había esfumado. Comenzó a ponerse celoso por motivos insignificantes, no podía verme hablar con ninguno de mis compañeros de clase y si me veía siempre decía: ¿Quien es, te gusta?
Yo estaba enamorada, muy enamorada y llego a hacerme daño, mucho daño, no con golpes si no con actos. Comenzó a meterse en problemas, a tomar drogas.
Cuando decidí separarme de él ya era demasiado tarde, no podía dar marcha atrás, no podía hacer borrón y cuenta nueva. Echaba de menos a mis amigas, estaba arrepentida de haberlas perdido por un enamoramiento, pero tenían que entenderlo, era la primera vez que estaba enamorada, la primera vez que sentía lo que un día llegue a sentir por Samuel. No era justo, o eso pensaba.
Una tarde paseando por el parque me encontré a Érika, a Marta, a Sara, a Aure y a Laura tumbadas en el césped al lado del árbol en el que hacía meses todas habíamos tallado nuestras iniciales como símbolo de amistad. 
Cuando me acerque a ellas me miraron con caras tristes, Marta estaba comenzando a llorar.
Me senté en el suelo y todas me abrazaron. Les pedí disculpas entre sollozos, os preguntareis porque Marta estaba apunto de llorar, lo primero porque me echaba de menos y lo segundo porque no pudo evitar acordarse de Samuel, él era su primo y hacia menos de una semana que había muerto por causa de un accidente en moto. Yo intente llevarlo con tranquilidad y no derrumbarme delante de nadie, pero cuando todas me abrazaron no pude evitarlo. Estuve llorando durante horas. Cuando me calme me dijeron que no pasaba nada que estaba aclarado todo, que me entendían, me perdonaban y que volveríamos a estar como antes.
Hace ya un año de todo esto, pero aún me duele recordarle, desde que paso todo esto no me he atrevido a salir con ningún chico, todavía no estoy preparada, no podría soportarlo.
Fin.


PD: Espero que os halla gustado, es un cuento inventado no tiene nada que ver conmigo. Un beso.