domingo, 2 de diciembre de 2012

Prométeme un para siempre. Cap. 4.

Ha estas horas las calles están llenas de gente con las manos repletas de bolsas. También hay parejas que van cogidas de la mano y parecen muy felices. Como me gustaría estar así, enamorada de alguien que también lo esta de mi, poder decirle te quiero millones de veces sin cansarme, desear besar unos únicos labios, querer estar con él a todas horas. Necesitar sus abrazos para seguir adelante. Pero aún no ha llegado el momento y a veces dudo de que llegue. 
Llego a la puerta de casa, la verdad me da miedo entrar por lo que me pueda encontrar. Y algo me dice que esta vez es diferente, tal vez por la llamada a mamá por como tenía el tono de voz o por intuición mía. No se, pero espero equivocarme. 
Entro en casa y me la encuentro en silencio. Parece que todo esta en orden. Me dirijo hacia el salón en busca de mamá y compruebo que no está. ¿Donde esta? ¿Donde se ha metido? Comienzo a preocuparme cuando entro en la cocina y tampoco hay nadie. No se donde buscar más, en los sitios que suele estar no hay nadie. Miro a través de la ventana y me la encuentro sentada en una silla en el jardín. Cuando estoy cerca de ella se vuelve hacia mi y me sonríe amargamente. 
-Mamá, perdóname por haberme ido ayer así, sin decir nada, pero no aguantaba más, se pasa mamá, se pasa.- y me eché a llorar, necesitaba descargarlo todo, había aguantado demasiado. Me levantó la cara con sus manos suaves  y mientas me secaba las lagrimas me di cuenta que tenía el labio hinchado. 
-¿Que es esto? ¿Te ha pegado?- Y empecé a temblar.
-No...es que me.. di.. con..-La corté, no podía más.
-TE A PEGADO JODER, ¿Y NO HACES NADA, EH? ESTO NO PUEDE SEGUIR ASÍ MAMÁ.-
-Se ha ido, le he echado, para siempre.-Y gira la cabeza, sé que esta llorando, y todo por culpa del gilipollas de Ricardo que lo único que hace es hacerle daño. Pero estaba ciega, hasta ahora,  y en parte la entiendo, ella quería buscar una segunda oportunidad y la encontró, pretendía que fuese bien, pero eligió mal. La pobre siempre ha tenido mala suerte, con su primer novio todo iba bien hasta que se quedó embarazada y cuando él se enteró le abandonó. Mi madre apenas tenía 17 años cuando tuvo que renunciar a casi todo por mi, le costó mucho volver a creer en los hombres y encontrar a la persona adecuada para criarme. Y ahora pasará lo mismo, pero con una diferencia, ahora estoy yo para ayudarle a seguir adelante, para demostrarle que no nos hace falta un hombre para ser feliz. Le devolveré las ganas de vivir, igual que hice un día en su momento.
Comimos en silencio y mientras fregamos los platos, tras mucho esfuerzo logré convencerla para que fuese a pasar toda la tarde a casa de la abuela, para que se olvidase por un momento de todo aquello. Para que borrase la tristeza por unos minutos de su cara y sacase la mejor sonrisa de todas, porque eso para mí, es lo mas importante.

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